Hola Maginers!
¿Como estáis?
Ya ha llegado el otoño y estamos muy contentos: hojas en los árboles, estrenar chaquetillas, noches más fresquitas (y porfin podemos dormir) y sobretodo… se va acercando Navidad y con ello todas las novedades que tenemos previstas 🙂
Mientras no podemos mostraros las novedades que están por venir muy prontito, contamos con colaboradores como Laia, una amiga de Magín que os presentamos la semana pasada en su post sobre La socialización y el desarrollo socio-afectivo y lingüístico en los más pequeños. En esta ocasión, os traemos de nuevo un artículo de opinión, esta vez nos habla sobre el desarrollo perceptivo de los niños y niñas de 0 a 6 años.
Así que sin más dilación… ahí va este nuevo post!
El desarrollo perceptivo de los niños y niñas de 0 a 6 años
La llegada de un bebé es motivo de alegría, pero a la vez también de preocupaciones. Mil preguntas nos inundan: Lo haré bien? ¿Ya sabré de cuidarlo? No tienes que sufrir, todos los padres primerizos se han sentido así alguna vez, y todos lo han logrado. Pero, cuando queremos no sólo que todo salga bien sino facilitar un desarrollo óptimo para los pequeños, es muy importante conocer sus capacidades y aprender a estimularlas de la manera adecuada.

Sería un error creer que estas prácticas han de comenzarse a realizar a partir del nacimiento, ya que la capacidad perceptiva del pequeño comienza cuando es todavía un feto. Si analizamos bien la percepción de nuestro pequeño des de su nacimiento, hoy en día sabemos que al cabo de seis meses de gestación se desarrolla el oído, siendo sobre este último el que más descubrimientos se han hecho últimamente. Los últimos estudios recientes de investigadores expertos en la materia, demuestran que el oído será determinante para un buen desarrollo de la psique infantil, por tanto, por un lado se deberá evitar la pol • ción auditiva, y por el otro, estimular el sentido auditivo. De todos los sonidos audibles, los que mejor perciben son las voces humanas, en concreto, captan la tonalidad efectiva de aquestes, siendo la voz de sus padres/madres la que reconocen y relacionan con calma, tranquilidad y estabilidad.Esta demostrado que una vez nacen, los bebés reconocen y prefieren la voz que han escuchado dentro del vientre materno a las voces de desconocidos . Por lo tanto, hablándole al feto durante el embarazo no sólo ayudaremos a su desarrollo auditivo sino que también ayudaremos a crear lazos efectivos.
Otro gran ejemplo de la gran percepción que tienen nuestros pequeños de su entorno tiene que ver con el gusto; con 16 semanas ya tiene notablemente desarrollado el sentido del gusto, pudiendo distinguir entre los 4 sabores (dulce, salado, amargo y ácido), así como el desarrollo del tacto (sienten si los acariciamos, si los masajeamos después de cambiarlos, pueden sentir molestia si un pañal les aprieta o se les arruga, etc.) y del olfato.

Recién nacido, el bebé tendrá una vista muy modesta, por culpa de la falta de maduración tanto de los ojos como del cerebro. Se limita a percibir, en momentos de atención, el movimiento, los contrastes y los contornos. Por ejemplo, reconocerá el rostro de la madre mediante la línea contrastada de separación entre el cabello y la frente. Más desarrollado, como hemos comentado, se encontrará el oído. Este será capaz de percibir las vocalizaciones humanas y sonidos rítmicos. Aún más desarrollado se encontrará el sistema kinestésico. Este, no sólo tiene una importancia biológica, sino que a través de él se producen los lazos efectivos psicológicos más fuertes entre los padres y el bebé. Un ejemplo son las experiencias que se desprenden del proceso de lactancia y de la termorregulación. Las miradas, el contacto, las palabras de amor dedicadas al bebé, forman parte de un ritual muy intenso tanto sensorial como psicológico. Por ello, es importante poner una especial atención a estos pequeños rituales, involucrarse afectivamente en la lactancia tanto si se da el pecho como si no, y, por ejemplo, será muy beneficioso la colocación del recién nacido desnudo, justo después del parto, sobre los padres en contacto piel con piel. El desarrollo perceptivo madurará exponencialmente durante los 2 primeros años de vida, y se acabará de perfeccionar hasta los 6 años, siendo el primer año de vida donde se establecerán los fundamentos del desarrollo perceptivo del niño, siendo capaces de percibir en profundidad el entorno con objetos a distancias diferentes, los que destacan de un fondo, percepción o categoría. Durante los primeros meses de vida, su sistema visual, gracias a la maduración gradual tanto del cerebro como las migraciones celulares de las fóveas oculares, se incrementará la agudeza visual y aparecerá la percepción de profundidad en el espacio. Por ejemplo, si el primer mes de vida le acercamos un dedo directamente hacia sus ojos, como si fuera a chocar, pestañeará, a los tres meses será capaz de mover la cabeza para evitar la colisión. Auditivamente, será capaz de detectar una parcela de los sonidos en clases de equivalencia o categorías. Gracias a los experimentos de EIMA (1971), sabemos que los bebés captan desde un inicio, no sólo las diferencias grandes entre sonidos, sino también las más sutiles. Incluso más que un adulto, ya que este está limitado fonéticamente al lenguaje. En cambio, el bebé no tiene esta limitación hasta el año y medio aproximadamente, cuando, con la aparición del habla y por lo tanto del lenguaje, pierde esta capacidad. En cuanto a olfativamente, el niño ya será capaz de discriminar de manera fina los olores, siendo más sensibles a estas que un adulto. De los 4 a los 6 meses, encontramos avances en ello: el bebé será capaz de distinguir un objeto, primero, según el tamaño (a los 4 meses aproximadamente) y posteriormente los reconocerá mediante la temperatura y la suavidad o rugosidad (hacia los 6 meses).

En cuanto a la vista, a los 5 meses aproximadamente aparece la disparidad binocular, es decir, la discrepancia entre las imágenes que percibe cada retina referente de un mismo punto del espacio. Esta es esencial para la visión binocular que a la hora, permitirá adquirir una visión estereoscópica, lo que permite percibir la posición y la distancia relativa a los objetos en profundidad. Por ejemplo, si colocamos un bolígrafo a 40 centímetros de los ojos de un niño a partir de 5 meses, este asimilará las diferentes imágenes proporcionadas por cada ojo sobre el bolígrafo y las combinará para crear una sola imagen, viendo y situando en el espacio un solo bolígrafo y no dos. De los 8 a los 12 meses, la posibilidad de mantenerse sentado le permite la utilización coordinada de las dos manos para la exploración de objetos, lo que le permitirá reconocer un objeto según la forma.
A partir de aquí, la percepción sensitiva del niño irá desarrollándose de la mano de su propio desarrollo en general, llegando a los 6 años en una capacidad perceptiva equiparable a la de los adultos, a excepción del sistema gustativo. Desde la fase neonatal hasta los 6 años el niño dispone de una discriminación de papilas gustativas mucho más ampliable que la de un adulto. Hay una regresión de estas hasta que, a los 6 años aproximadamente, la distribución permanecerá similar a la de un adulto. Así, conociendo estas posibilidades perceptivas, está en nuestras manos como padres, familiares o educadores, potenciar al máximo estas capacidades siempre teniendo en cuenta su estado de desarrollo madurativo. Por lo tanto, una estimulación sensorial adecuada a cada estadio ayudará al niño a un óptimo desarrollo.
¿Y vosotros que hacéis para estimular a vuestros peques?
¡Os leemos!